lunes, 19 de abril de 2010

CODICIA ILUMINADA


Los kabbalistas revelan una inquietante verdad: cada pensamiento, cada impulso, cada emoción reactiva que se activa en nuestra mente por causa del ego, es la herramienta del Oponente. Estos pensamientos y emociones no nos pertenecen. Pero nosotros pensamos que sí. De hecho, la única vez que conectamos con nuestra alma y nuestra verdadera felicidad es cuando nos resistimos a esos pensamientos.

Cuando reconocemos la voz del ego como la voz del Oponente, podemos hacer algo profundo: lo opuesto de lo que nuestro ego nos dice que hagamos. Cuando nos oponemos a las órdenes de nuestro ego, dejamos de recibir. Entonces es cuando compartimos.

Veamos ahora en términos más prácticos qué significa recibir, qué significa compartir y qué significa hacer lo opuesto de lo que el Oponente nos intenta convencer que hagamos.

En lugar de gritar, hablamos tranquilamente.
En lugar de insultar, halagamos a los demás.
En lugar de recibir, damos.
En lugar de preocuparnos, despertamos nuestra certeza y nos hacemos cargo.
En lugar de tener miedo, reunimos coraje.
En lugar de buscar venganza, ofrecemos perdón.
En lugar de culpar, nos volvemos responsables.
En lugar de colocarnos en el papel de víctima, asumimos la responsabilidad.
En lugar de limitarnos a sobrellevar un problema, buscamos sanarlo.
En lugar de quejarnos, empezamos a apreciar.
En lugar de buscar lo negativo de una situación, encontramos lo positivo.
En lugar de juzgar a los demás, buscamos lo bueno en ellos.
En lugar de decir chismes y hablar mal de los demás, cambiamos el tema o simplemente nos alejamos
En lugar de hacer una lista de motivos por los cuales la vida es injusta, empezamos a hacer recuento de nuestras bendiciones.
En lugar de calcular cómo nos beneficiará algo, pensamos en una forma de asegurarnos de que la otra parte se beneficie.
En lugar de reaccionar a situaciones externas, nos resistimos y nos volvemos proactivos.

¿Entiendes la idea? Bien. Mi padre el Rav Berg siempre me ha insistido en este punto a lo largo de los años, algo que debemos recordar esta semana: todo este comportamiento opuesto no está motivado por la moral, la ética o algún ideal noble. Más bien, lo hacemos porque es la opción más inteligente. Es un comportamiento sabio. Vale la pena. Mi padre lo llama Codicia iluminada. No te equivoques, se trata de codicia, pura y simple; pero no de oro y diamantes. Es la codicia de lo real, de la Luz.

Y esta Codicia Iluminada es la razón por la que transitamos el camino kabbalístico.

Todo lo mejor,

Yehudá

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